

Los trampantojos son bonitos, otorgan a la ciudad un sentido de la belleza y armonía de forma bastante rápida y su coste es mínimo, ya que no hay necesidad de hacer obras. Hay que cuidar más la estética de la ciudad y no solamente de las calles ¨privilegiadas¨ que constituyen el escaparate de la ciudad (Hernán Cortés, Calvo Sotelo, Castelar, etc...). Todos los ciudadanos pagamos impuestos por igual y debemos tener derecho a la belleza. Una ciudad bonita es una ciudad agradable de ver y en la que uno se siente a gusto viviendo. Es como una casa, si está desordenada, uno no quiere quedarse en ella y solamente desea salir...
Tenemos la suerte de contar con una ciudad a la que la naturaleza dotó de grandes atractivos, cuidémosla y sobre todo, mantengámosla bella, limpia...
Unos cuantos trampantojos por toda la ciudad, especialmente en las fachadas menos favorecidas, dotarían de otra alegría al entorno urbano e incluso mejorarían el humor de sus habitantes.
Mirad con atención esa foto y pensad que esa fachada ha pasado de ser mediocre a ser especial solamente después de un trabajo de unas semanas. Santander se merece aspirar a más belleza aún. Juntos podemos conseguir una ciudad referente en el norte de España.